Resentidos Sobre Ruedas
Grupo de Ciclistas en Concepción Chile

Cuarto Viaje

“Oye! Hoy día te matai? Jajajaj sipo si no escuchaste el rumor? Hoy día es con todo”

Algo parecido a eso era nuestra base para empezar este fabuloso viaje.

Chupalla que hacia calor, ah miercale! mucho calor… o mucha calor como se dice ahora (¿?) Bueno, la cosa es que hacían como 30 grados (a la sombra), y nosotros en bicicleta, por una laaaarga carretera de asfalto en pleno verano. Entretenido si, lo pasamos bien.

El viaje comenzó un día equis de febrero (porque en verdad no me acuerdo que día era). Como siempre nuestras bicis todas equipadas con lo último que sobró de la tecnología de alforjas y pedaleo, por no decir menos. Era realmente chistoso. Mi bicicleta, la que ocupe en los viajes anteriores, desapareció, junto con la de bruno, nos las robaron, malditos flaites! Por lo que me vi obligado a recurrir a mi antiguo cacharro, una Oxford onyx del año de la pera, semi oxidada pero aún en pie, en fin, aperrao noma.

Esta vez solo éramos tres, Nicolás (el autista), Flandes (el flácido) y yo, David (el resentido). Bruno no quiso acompañarnos, tenía que fugarse del país con el papá (no, broma jajaj) y Devin estaba en usa, donde las notas no cuentan, segú he escuchado. La ruta a vencer: el camino que va desde los Ángeles a Santa Bárbara, y de ahí a Malalcahuello por Ralco.

Todo empezó en los Ángeles, nos bajamos del bus y le dimos hasta Santa Bárbara. No fue mucho tiempo, como 3 ó 4 horas si recuerdo bien, aunque igual terminamos muertos porque no andábamos en bici desde hacía como 2 años jajaja. Es chico Santa Bárbara, un pueblito nomás, pero entretenido para almorzar. Ahí nos tomamos unas bebidas (dos cada uno) y nos cominos unos completos. Fernández estaba muerto, era bien gracioso, yo estaba todo mareado y Nicolás todo rojo; el buen estado físico. JAJAJA me acorde de algo. Habían unas chanecas que miraban a Fernández, nosotros nos meabamos. Él se tiró de espalda en la plaza, en el pasto, y ellas lo miraban desde lejos y hacían comentarios, también chistoso, por lo menos para nosotros. Volviendo al tema…

Después de una hora, o algo así, continuamos viaje, nuestra meta era encontrar un buen lugar para dormir, algo junto al río Bio Bio. Así llegamos a un puente, justo afuera de Santa Bárbara, pasamos por una calle de tierra donde había una comisaría y unas casas, y seguimos por ahí. El famoso caminito no terminaba nunca, pero era la vía alternativa (elegimos eso a la carretera que pasaba por el otro lado del río). Oye, enserio, el camino ese era realmente agotador, los autos pasaban y pasaban y nos llenaban de polvo, envueltos en tierra, tierra y transpiración, una combinación no muy buena. Recuerdo que pasando junto a unas casas apareció un tipo con unos bueyes, unos bueyes que se le habían escapado y que andaban sueltos por la calle. Tan pronto los vimos paramos, sin saber si seguir o no (uno que es de ciudad no conoce mucho sobre estas cosas). Entonces uno de los bueyes empezó a correr hacia nosotros y entre tanta cosa rara nos dispersamos. Yo todo chupao me subí a una vereda, de pronto vi al buey subir a la vereda también. Entonces el amigo me gritó: PARALO PARALO! Y yo chuta! Como quiere que pare a un buey, así es que me hice a un lado y luego seguí mi camino (creo que el amigo quedo medio resentido conmigo).

Luego de aquel incidente seguimos sobre nuestras bicicletas. Ya era tarde, y a eso de las 7 nos empezamos a preocupar porque todavía no teníamos un lugar para acampar. Si no era cerco lo que había a los lados del camino, eran cerros, o acantilados, por lo que veíamos bien difícil encontrar algo cerca. A eso de las 8 y un poco mas llegamos a un lugar donde había una “entrada” semi cubierta con alambre púa y madera, y como ya se nos estaba yendo la luz dijimos casi en coro: “A weon como el pico yo estoy raja no pedaleo más me duele todo!” Así es que por votación nos quedamos ahí, previo reconocimiento del lugar, por supuesto.

AH! Importantísimo: cuando hagan un viaje largo por camino de tierra o ripio, o lo que sea, preocúpense de tener un sillín decente, no uno de madera como el mío, y no es porque se les vaya a “coser el poto” como dijo Fernández, sino porque realmente duele, y duele harto. Aparte que bruno dice que hay estudios que aseguran que los ciclistas van a quedar estériles por usar tanto el sillín.

De regreso a nuestro lugar de campamento. El sitio era excelente, pese a que estaba bastante cerca del camino, lo que puede ser un poco peligroso a veces, por asunto de seguridad (borrachos caminando en la noche o algo parecido). La carpa estaba en la parte más alta, rodeada de ramas y cosas para camuflarla un poco, y en la parte baja, pasando por entremedio de los arbustos y árboles, el río. Con todo perro! Si mal no recuerdo creo que nos bañamos un rato, luego ordenamos las cosas y finalmente cocinamos, lejos el mejor lugar de todos los que escogimos.

Al día siguiente nos volvimos a bañar, sacamos algunas fotos y cominos. Partimos a eso de las 11 de la mañana.

De vuelta en la travesía y con el poto semidestruido seguimos avanzando por aquel camino que parecía nunca acabar. Pedaleamos y pedaleamos, hasta que llegó la hora de comer. En nuestra búsqueda por el lugar indicado para cocinar, divisamos un pequeño negocio a un lado de la vía. Una amable señora nos atendió, le compramos unas bebidas y unos panes (como de 50 kilos cada uno), y con poco de tomate y atún nos sentamos a digerir; creo que ahí fue donde pinché rueda la primera vez (de un total de cómo 10.000). Mientras disfrutábamos de nuestro almuerzo de restaurant surgieron temas de conversación tan interesantes como la pesca, el significado de la vida y el precio del dólar. Al acabar la merienda se nos acerco el marido o amante o primo o hijo o suegro de la señora que nos vendió la comida y nos habló sobre un tal “indio”, un caballero que tenía por oficio manejar una balsa, la balsa que mas adelante nos ayudaría a cruzar el río. Tras una larga platica nos despedimos y agradecimos por toda la información entregada.

La verdad es que no me acuerdo de muchas cosas de esa parte del viaje, pero si recuerdo las espectaculares vistas desde lo alto de los cerros hacia el río bio bio, las medias vistas loko, enserio.

Subida, subida y más subida, ninguna bajada, solo hacia arriba, como 2 horas o más subiendo, muertos, realmente destruidos, hasta que por fin una bajada, una graaan bajada. Íbamos como a mil por hora, o tal vez más, la picábamos con todo. Excelente recompensa a nuestro esfuerzo sobre humano. De pronto, un camión, en medio de la nada, avanzando hacia nosotros, lo esquivamos. ¿Qué hacía un camión ahí? Sólo podía significar una cosa, el indio estaba cerca

Unos minutos más tarde llegamos a una gran explanada, entonces, seguimos el sendero junto al río. A lo lejos se veía la balsa, la gran balsa naranja, o roja? Llamamos y llamamos al amigo pero no nos pescó, parece que estaba ocupado o algo, por lo que decidimos esperar; mientras tanto nos hidratámos (para los que son medio mamitas y creen que si toman agua de un río se les va a caer el pelo o cualquier otra cosa no se preocupen, eso no pasa).

Cuando al fin el amigo nos vio le hicimos señas para que nos ayudara a cruzar, y en cosa de 20 minutos estábamos al otro lado (siempre es bueno cooperar con unas pocas monedas). Así llegamos a unos pocos kilómetros de ralco, y como ya era tarde pedimos permiso a una señora para instalar una carpa en un terreno que le pertenecía, creo, porque nos cobro $1000, bueno de todas formas lo valía.

Ya instalados, y en la oscuridad de la noche, nos acostamos a dormir, obviamente después de su fogatita. El sueño nos hizo olvidar el frío, pero la mañana lo trajo de vuelta, y con lluvia! Allí fue cuando dijimos NO!, cagamos!, pero no fue así porque los goterones sólo duraron unos pocos minutos; la típica “lluvia de verano” (esta buena esa ah) Se me había olvidado mencionar que la llegada al famoso terreno fue todo un desafío, pero más lo fue la vuelta, como 45 minutos de puro empujar hacia arriba, con la bici a un lado, así súper brígido.

Bueno… hacia Ralco el camino era pavimentado, sólo carretera. Ahora, aquí viene lo más chistoso de todo el viaje. Cuando llegamos al pueblo lo primero que hicimos fue dirigirnos al retén policial, ya que si es que uno se pierde o lo mata algún “pehuenche asesino” (según Nicolás) se puede iniciar una búsqueda más afectiva; algo así nos dijeron. Pura caca, nos metieron miedo por las puras, que nos iban a matar, a asaltar, que los pehuenches eran unos alcohólicos (eso creo que es verdad), pura ficción. Pero en verdad nos asustamos, hasta pensamos en volver por el mismo camino, pero entonces, una reflexión, que diría bruno si estuviera ahí? Diría algo así como: “a este weon no cacha nada, es obvio que me quiere cagar”, así es que seguimos adelante, a ver que pasaba. Fotos, fotos, y más fotos, bien complicado el camino alrededor del lago.

A eso de las 3, un bus, y arriba compadre. Eterno el viaje, como cinco horas, imposible de realizar en bicicleta, peligroso y sin lugar para poner una carpa en caso de que te pille la noche. Cuando al fin se desocuparon algunos asientos y nos pudimos sentar el bus paró y a pedalear nuevamente. Entre tanto pedaleo llegamos a un fundo, como 20.000.000 trillones de hectáreas. Ahí conversamos con el administrador y nos facilitó nuestro tercer lugar para acampar, nos vendió unos panes, nos regalo leña para un fuego y un poco de conversa. Acababa nuestro tercer día.

El cuarto día fue horrible, yo desperté enfermo, realmente mal, justo en la parte que más esfuerzo físico nos exigiría, pero como dice el dicho, a caballo regalado no se le miran los dientes, así es que pa’ adelante nomás. De volcán en volcán, cubrimos una distancia casi estelar, de arriba abajo y de abajo a arriba, de cerro en cerro y de curva en curva llegamos a la reserva nacional las nalcas, todo un paraíso, araucarias por doquier, cascadas, ríos, puro verde. Aquí no me acuerdo quien era el que iba muerto, si Fernández o Nicolás, pero había uno que agonizaba, por lo que decidimos parar tan pronto encontrásemos un buen lugar.

A eso de las 8 divisamos una casa y unos niños jugando afuera, eran los hijos del guarda parque. Él no se encontraba, había salido a pescar, pero tan pronto regresó le pedimos permiso para acampar por ahí cerca. Nos dijo que sí muy amablemente. Ah! También compramos sopaipillas, unas ricas sopaipillas, todo un manjar en esos lados.

JAJAJ no si se habían dado cuenta pero nunca mencioné alguna ida al “baño”, bueno, este fue el lugar donde descargamos todo nuestro viaje (¿yuk?) Bastante complicado eso de ir al baño en los cerros, entre tanta rama uno termina todo rasmillado y con dolor de espalda. Nuevamente su ya característico fuego, su cena, su plática y a la cama.

El premio sin duda se lo llevó el quinto día. Otra vez una gran subida, pero esta vez nos esperaba algo distinto al llegar arriba: Nieve! Mucha nieve y un paisaje digno de fotografiar (por desgracia mi cámara me jugó en contra y esa foto nunca salió)

Lo recorrido esa jornada no fue mucho pero valió la pena, lo hicimos todo junto a nuestros inseparables compañeros, los coliguachos. Una vez en la cima del volcán Lonquimay el resto fue pura bajada, kilómetros y kilómetros de bajada, una gran recta y nuevamente civilización, habíamos llegado a Malalcahuello, el famoso Malalcahuello.

El final de nuestra aventura, pero algo faltaba, algo como… un buen vino! Partimos a comprar su buen par de cajas de vino y las tomamos en la casa del amigo Nicolás, recordando “todo lo que habíamos pasado” Entre risa y risa nos fuimos a dormir. El último día partimos rumbo a Victoria, ya en bus, donde nos esperaba la inolvidable y famosa confitería, nuestra última parada antes de partir rumbo a nuestro querido Concepción…

Escrita por David Pizarro (sí, como el futbolista)